Mundo Imaginado

Mi primera mejor amiga se llamaba Marta. Ya no me acuerdo por qué decidí nombrarla así, pero me imagino que alguna razón de importancia tuvo que haber.

La Marta iba de vez en cuando a visitarme a la casa, lo que para mí significaba todo un evento. Mi mamá le hacía una cama al lado de la mía y arreglaba todo para que yo estuviera contenta. A pesar de todas mis atenciones, un día la Marta no llegó más.

Después tuve otros amigos. De los que no me acuerdo de los nombres, pero sí sé que eran varios. Ellos nunca me dejaban porque vivían en mi habitación y no salían de ahí.

Cuando nos íbamos de vacaciones a la playa ellos no me acompañaban. A mi regreso yo entraba a mi pieza, me subía al velador y alcanzaba el interruptor de la luz. Mientras hacía esto los saludaba. Luego me daba media vuelta, me bajaba y me sentaba en mi cama para así poder empezar a contarles todo lo que había hecho durante mi ausencia. Ellos me escuchaban atentamente y nunca me interrumpían.

Al igual que la Marta, un día no estuvieron más.

Ahora, de vez en cuando, me gustaría poder ver a mis viejos amigos, y aunque ya no puedo hacerlo me gusta pensar que siempre están acompañándome...